Victor Serge, anarquista ruso. Kobayashi Takiji, comunista y mártir del movimiento proletario japonés. Los unen dos libros recién publicados. También la fuerza del idealismo. Y la brutalidad de la cárcel, 'trituradora de hombres', como la llama Serge
, los labios prietos, unos pómulos marcados por la escasez y la determinación. Es el rostro de un revolucionario. En 1912, la negativa a delatar a sus camaradas anarquistas le vale una condena de cinco años de cárcel. Ha dejado de ser el joven editor del periódico. Ahora, con 22 años, es el recluso número 6.731 para el Estado francés.
En cada página late el poderío del ideal. “Por eso sí merece la pena vivir y hasta dejarse matar”, insiste. Por la utopía. Las cárceles serán derruidas, aventura. Durarán lo que dure la lucha de clases, augura. “La gente vendrá a ver las piedras que hayan quedado en pie y no podrá ni imaginarse esto que vemos, esto que vimos. Serán tan incapaces de concebir nuestra miseria como lo somos nosotros de concebir su grandeza”, presagia.
Los textos de Kobayashi —prologados por Enrique Mora y Alejandro Sánchez— muestran la brutalidad institucional contra el movimiento proletario japonés. Las palizas para que canten los detenidos. Watari, uno de los personajes, hunde sus uñas en una pared de la celda para inscribir, carácter a carácter, una larga perorata que empieza así: “La única razón por la que existe esta prisión es para poder encerrarnos a nosotros, a los pobres”.