La red pionera de 15.000 patinetes plantea problemas de seguridad, estresa a los peatones, atasca las calles de la ciudad y aún no ha demostrado que tenga un impacto positivo en el medio ambiente, según sus críticos; la alcaldesa anunciará la decisión en las próximas semanas
con lo que los operadores llamaron la regulación más estricta del mundo: optó por reducir el número de operadores a tres, rastrear automáticamente y limitar la velocidad de cada patinete a 20 kilómetros y 10 kilómetros en algunas zonas, o a cero si entraba en parques públicos, y asignar zonas de aparcamiento designadas.
Belliard dijo que París podrá sobrevivir sin el alquiler de patinetes eléctricos, citando a Barcelona, que no los ha introducido [aunque el Ayuntamiento tiene el compromiso de hacerlo para regularlos y limitarlos], y a ciudades limítrofes con París, como Montreuil y Aubervilliers, que no tienen la previsión de apostar por este sistema.
Los operadores de alquiler afirman que la mayoría de sus usuarios les han dicho que, si no pudieran viajar en e-scooter compartido, considerarían la posibilidad de comprar el suyo propio. Las empresas argumentan que los patinetes eléctricos privados son más difíciles de regular que los de alquiler.